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Rubén Bertomeu, arquitecto

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(1) "El puro es algo muy personal, cada uno enciende el suyo" / Rubén Bertomeu, "Crematorio" (serie tv), Capítulo 5 "Día de pesca" (33:17).

"Explico con una voz tranquila, en tono pausado, que los constructores y agentes inmobiliarios no somos los culpables de que media Europa haya elegido la costa mediterránea para pasar las vacaciones, los años de jubilación..."
(pg 21)

"¿Qué fue, más que hormigón, lo que plantó Le Corbusier en los bucólicos parajes provenzales y en las afueras de Marsella? Esas villes radieuses que se inventó. ¿No ha sido el hormigón una bandera del progresismo arquitectónico del último siglo? ¿Qué hizo Niemeyer en Brasilia? Frank Lloyd Wright decía que, después del invento del hormigón armado, uno podía construir un edificio como si fuera una bandeja que se lleva sobre los dedos de la mano, con el brazo extendido. Y proclamaba el inicio de una nueva etapa de libertad. Pues en esa libertad estamos, Silvia. Todo Nueva York es puritito hormigón, betón, concrete, como quieras llamarlo, y espeso macadam en las calzadas, donde no brota ni una brizna de hierba. Tienes razón en que esto es más cutre, pero sólo porque es más pobre. Cuestión de diferencia económicas. Nada más.
...
Jünger, el escritor alemán, decía que estaba especialmente sensibilizado contra la arquitectura de hormigón (odiaba los búnkers, las casasmatas) y, por eso, le parecía normal que la peor depresión de su vida lo hubiera asaltado precisamente en Nueva York. No en Ucrania, o en el Cáucaso, donde, durante la guerra, presenció todas aquellas marranadas, incluido el canibalismo. No comparto su opinión, pero, al menos, me parece consecuente. Si odias el hormigón, odias Nueva York sobre todas las cosas."
(pgs 25-27)

"Arquitectura, pintura y literatura unidas como un arma, una especie de catapulta con que apedrear aquel Misent que no acababa de despegarse de la grisalla de la guerra. Romper la grisura.
...
El taller intelectual iba a ser el gran revulsivo que purificara la ciudad."
(pgs 129-130)

"El último día que Ernesto cenó en casa, Silvia, que había acudido a la cena, me citó a Speer, hay que tener mala uva. Comparó lo que se está haciendo en la comarca con la arquitectura que hizo Speer, el arquitecto de Hitler, no por su grandeza, sino por su función social. Le dijo a Ernesto, bromeando:  Cuando visitó el anfiteatro de Verona, Speer se dio cuenta de que, si en ese lugar se aglomerasen personas con opiniones diferentes, quedarían unificadas en una sola opinión, y que precisamente ése era el propósito del estadio, conseguir que desapareciera el individuo. Convertirlo en masa. Hacer que no tuviera ninguna importancia lo que un pobre hombre pudiera pensar personalmente, porque lo que valía era una opinión distinta, que salía unánime de la multitud. Lo mismo puede decirse de toda esa arquitectura de casas iguales de la costa. Han creado un personaje colectivo, que no sé si llamarlo el jubilado, o el eterno veraneante, como el que quería ser Brassens en la playa de Sète: un ser fantasmal, único y vacío, intrascendente, que no aspira a nada, ni espera nada que no sea retrasar la muerte lo más posible. Un ser invernal y peligroso al que le preocupa un rábano el futuro de nada. Sólo, apurar los últimos rayos de sol."
(pg 181)

"Me habían dado el título, era arquitecto, vale, pero yo quería hacer otra cosa, había nacido para otra cosa, quería controlar el proceso completo, controlar la casa desde los cimientos, y controlar también el suelo en el que se van a poner los cimientos, y vigilar las obras, y hasta conocer al cliente, el que la compra, el que va a vivir en ella y me protestará si las rozas no están bien hechas, si el extractor no funciona, si hay irregularidades en las juntas del piso, o en los baldosines del cuarto de baño; si aparecen humedades en la bajante, o si el aire acondicionado no tiene potencia suficiente, ésa ha sido mi vocación, cada uno tiene la suya, y la mía ha sido la de constructor, la construcción con toda su compleja mecánica; hay quien sabe colgar los dos pies en un columpio, y dar volteretas, y es trapecista. Yo soy constructor. Me gusta esa jerga de forjados, planchés, encofrados, puntales, varillas, mallazos, solados y tochanas. Siempre he creído que estaba dotado para este oficio. Cada uno tiene habilidad para algo. Es así la vida. Qué se le va a hacer, le decía a Matías, que no acababa de entender que, a pesar de lo que digan los libros, un constructor es siempre más que un arquitecto: el dinero siempre vale más que las ideas, porque puede ponerlas a su servicio. Le decía bromeando: Como constructor soy el dueño de mí mismo, propietario de mi otro yo, del arquitecto. El arquitecto es un empleado del constructor. Procuro controlarlo, que no se me desmande, imponerle la disciplina de empresa al arquitecto, el rigor de los presupuestos, el cumplimiento de plazos y de los pliegos de condiciones. Le digo: Eso quiero, ese presupuesto tienes, tú hazmelo, y él, mi otro yo, va y me lo hace. Me controlo a mí mismo, me vigilo. Me pongo un principio de realidad."
(pgs 200-201)

"Lo griego y la muerte, lo romano y la muerte. La arquitectura de la muerte ha buscado esas formas porque el tópico las considera inmortales. Símbolos de la eternidad. Cuando nos parece obsoleta la idea de esa parafernalia en tumbas y panteones, quedan las formas en el recipiente que guarda las cenizas. Ya no se hacen monumentos funerarios, casi nadie los hace, ni creo que haya nadie que se preocupe por cómo hay que planteárselos, qué estética imprimirles. Los panteones modernos que he visto son cubos más bien desabridos, sin alma. La verdad es que hasta este instante no se me había ocurrido pensar en cómo podemos plantearnos hoy la arquitectura mortuoria."
(pg 212)

"La juventud no sabe muy bien lo que quiere, y también yo quería algo, aunque sólo fuera hacer viviendas sociales (hacer la Karl-Marx-Hof mediterránea, con palmeras, buganvillas y galán de noche en el patio; aunque en Misent apenas hubiera obreros, no faltaban los pobres ni las viviendas insalubres); o, más tarde, edificios de esos que luego se llamaron emblemáticos, plantar hitos (auditorios, ayuntamientos, oficinas de correos, ciudades de la justicia); que los japoneses dijeran, éste es un Bertomeu canónico, leyendo en una guía y señalando un edificio, como hacen en el Paseo de Gracia de Barcelona ante los de Gaudí, claro que me hubiera gustado; o, aún más modestamente, hacer modélicas viviendas sin otra pretensión que la de que estuvieran bien hechas; de las que aparecen luego en los catálogos de arquitectura como modelo de economía, de discreción. Que alguien escribiera: en este caso, la estrella es el edificio, o mejor aún, la estrella será el inquilino que tenga la suerte de habitar este edificio luminoso, y que, al escribir algo así, se estuviera refiriendo a mi obra. Uno no elige dónde se verá obligado a pelear.
...
Yo me dí cuenta de que lo que quería era construir casas en las que viviera la gente, sitios en los que poder comer, dormir, tumbarse en el sofá, o quedarse en la cama el día que no trabajas. ¿Te das cuenta de lo importante que es eso? Bueno, pues hacer esas cosas que tan importantes son para todo el mundo, no para los catálogos de arquitectura, ni para los premios FAD, eso era lo que yo quería, y, además, con eso ganarme la vida,..."
(pgs 223-225)

"Ése fue el Rubén Bertomeu de la adolescencia de Silvia: discutir con sus amigos si es mejor Ashkenazy que Barenboim, en el rondó de la sonata Waldstein, o en el presto agitato del Claro de Luna. Si es más lúcido el Van der Rohe que construyó la Galería Nacional de Berlín que el Le Corbusier de la Ville Savoie de Poissy. Beberse media botella de whisky mientras sollozaba ante Brouard, recordando la belleza de la plaza capitolina, las reglas del espacio del Panteón. De las últimas discusiones sobre arquitectura de su padre han pasado quince años: cuando comentaba con ella y con Juan a principios de los noventa lo que estaban planeando construir en Berlín tras la caída del muro, o el edificio del Banco de China que hacía Foster en Hong Kong...
...
...lo de Nouvel junto a la vieja facultad de ciencias de París, ese edificio que ha construido para los árabes, al lado del Sena. La rehabilitación que están haciendo del museo de ciencias naturales en el Jardin des Plantes. Silvia no sabe si era un Rubén Bertomeu más moral, pero sí bastante más interesante."
(pgs 288-289)

"...y. además, tuve la ventaja, o la suerte, o la perspicacia de darme cuenta de que un arquitecto no es un profeta, sino alguien que le resuelve los problemas de alojamiento a la gente; que convierte en materia la idea de bienestar que el cliente tiene. Algo que hoy en día cualquier estudiante tiene claro, pero que en aquellos tiempos muy pocos querían o eran capaces de entender. Ahora sé que el mejor arquitecto del mundo es el que consigue la mejor relación entre comodidad y economía del cliente. Aunque es verdad que, para llegar al convencimiento de algo tan elemental, resultó imprescindible acallar primero el ruido de dentro, el aleteo de los sueños de juventud. Pero eso es lo normal, el proceso normal de maduración. Darle una patada en el culo a Peter Pan."
(pg 376)

"...; pasarme tardes enteras en el Panteón, en ese sitio en el que se respira espacio en vez de aire, el sueño de cualquier arquitecto, contemplar durante horas enteras cómo, -a través del ojo de buey- cae la lluvia sobre la bandeja más hermosa del mundo;...
...
Roma, el viejo avispero que Augusto llenó de ladrillos y mármol: que no se te olvide que el mármol era puro revestimiento, el delgado pan bimbo del sándwich; por debajo, el jamón del sándwich casi siempre era -como ahora- cemento o ladrillo. Tú no lo aprecias, me da esa impresión, y, sin embargo, qué belleza es el ladrillo bien trabajado; resiste el tiempo más que la piedra, es más flexible, se deja moldear, late, y, lo que es aún más hermoso, lleva las huellas de las manos que lo colocaron, lleva incorporada su habilidad, su sabiduría, su alma, tiene alma. Como la carne humana, también el ladrillo está animado por un espíritu que lo habita, y es polvo que vuelve lentamente al polvo, arquitectura que se convierte en geología. Una pena que los tiempos no nos permitan trabajarlo con el debido respeto."
(pgs 405-406)

"La economía es una actividad eminentemente nerviosa, y aún más la construcción, quizás la mejor metáfora del capitalismo. Crecer supone destruir, y de eso no tengo yo la culpa: crecer es no parar de crecer y construir es no parar de destruir. Se destruye algo para construir algo. ¿Acaso no destruían los que hacían los bancales? Hicieron polvo los montes. Ahora lo llamáis arquitectura seca, arquitectura de piedra seca, lo veneráis, sagrada, milenaria arquitectura de piedra seca, y pretendéis que la Unesco la declare patrimonio de la humanidad, pero ésa fue la gran destrucción del bosque mediterráneo primitivo, del maquis originario. hace milenios que se destruye esta tierra. No queda ni un rincón que no haya sido violado."
(pg 409)


Extractos de "Crematorio", Rafael Chirbes, Ed. Anagrama, 2007.

(1) Captura de pantalla de "Crematorio" (serie tv), Capítulo 3 "Cambio de pareja" (32:31), Jorge Sánchez-Cabezudo, 2011

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